Comer no es sólo satisfacer las necesidades de energía y nutrientes; también implica una dimensión emocional, que podría ser perjudicial, si comer en exceso compensa emociones negativas como la inseguridad, la ira, el estrés, el aburrimiento, etc. y se convierte en un hábito para los niños.
La obesidad en la infancia o en la adolescencia podría estar asociada a trastornos de la conducta alimentaria, por lo que es fundamental una detección precoz de las conductas de riesgo relacionadas con los hábitos alimentarios. Estar descontento con el propio cuerpo y hacer dieta podría poner a los niños en riesgo.
Se habla de comer sin pensar cuando los niños no prestan atención a su hambre, a la cantidad que comen o al motivo por el que lo hacen. Suele ocurrir con los alimentos menos saludables, sobre todo los que tienen un alto contenido de azúcar, grasa o sal.
Es importante que las familias promuevan una relación adecuada con la comida desde el nacimiento. Estos son algunos consejos que pueden ser útiles para evitar comer sin sentido