Los genes influyen la fisiología, el desarrollo y la capacidad de adaptación humana. La obesidad no es una excepción a esa regla.
Sin embargo, los factores genéticos identificados hasta el día de hoy, solo contribuyen de manera limitada al riesgo de obesidad: muchas personas portadoras de estos “genes de la obesidad” no se vuelven obesas ni tienen sobrepeso, y un estilo de vida saludable contrarresta este riesgo genético.
La nutrición juega un rol importante en la longevidad y en la calidad de vida.
El gen age-1 es el primer gen relacionado con el envejecimiento que se ha identificado.
La Epigenética es un campo de investigación en constante evolución y ya se han dado los primeros pasos para identificar potenciales biomarcadores de la obesidad que se podrían detectar desde el nacimiento.
Hay evidencia convincente acerca del efecto que tiene un ambiente prenatal y postnatal adverso en el riesgo de obesidad en la vida adulta. La dieta y las intervenciones para perder peso en madres obesas podrían reducir el riesgo de obesidad en sus hijos, posiblemente a través de cambios en vías metabólicas relacionadas con la señalización de la insulina, la acumulación de grasa, el gasto energético y el control del apetito.
Estos hallazgos pueden ayudar a predecir el riesgo de obesidad de un individuo desde una edad temprana, antes de que se desarrolle el fenotipo, y abre la posibilidad de introducir estrategias preventivas dirigidas.
Hoy se sabe que varias marcadores epigenéticos son modificables, no solo al modificar la exposición intra utero, sino cambiando el estilo de vida en la edad adulta. Esto implica que existe un gran potencial para intervenciones postnatales para modificar o adelantarse a perfiles epigenómicos desfavorables.